La Buscona necesita desesperadamente el vestido que su madre le cosió cuando era una adolescente y que nunca quiso ponerse. Mientras revuelve en el trastero de su familia, la protagonista se ve envuelta en la vida de otras mujeres que, en un intento por alcanzar aquello que no tienen y que desean, se “prostituirán” a su manera, compartiendo con el público sus anhelos y sus excentricidades. La irremediable sufridora sin nombre, la romántica empedernida, la santa, la fantasiosa y cazadora de hombres, la espiritual despechada… Todas ellas con su propia búsqueda y con una en común: la del amor propio.
A través de un lenguaje cómico y entrañable, la obra nos llevó al público de la risa a la ternura. Numerosos cambios de ritmos y de registros, acompañados de momentos musicales y mágicos detalles, hizo que el espectador se envolviera en el universo de los personajes, sintiendo que algo de sí mismo está en cada uno de ellos.
